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El blog del Santi

Good bye Hariri

Good bye Hariri

27 de noviembre de 2007

 

Ayer tocaba perrear. Para no variar.

 

Me había quedado con que Ikem y yo volvíamos a nuestra habitación del hotel, sin casinos, y sin putas. Y Llojans todavía no estaba allí. Puesto que era casi la 1 nos empezamos a preocupar un poco. Además cada vez llovía más, y nos iba dando penita, por lo cual estábamos inquietos y preocupados. Bueno, por eso y porque con la lluvia y el viento sólo funcionaba un canal de la tele. Así pues pasaban los minutos, yo fumaba fitis y el Ikem se iba quedando sobado. Dado que tampoco íbamos a ponernos a llorar por él, todo apuntaba a una triste y tempranera doblada de oreja.

Y sonó el timbre….

Y que misterio ni que niño muerto, era Llojans, claro.

El maricón me hizo un gesto raro y gruñó algo –todavía no me había perdonado haberle tenido 4 horas andando por la mañana- y pasó, algo mojado pues ya llovía bastante.

Le contamos lo de la tele y no se sorprendió. Sólo nos dijo “Mirad por la ventana”.

Le hicimos caso, y flipamos. Las palmeras estaban inclinadas y la corriente de los riachuelos formados por la lluvia en la calzada iba cuesta arriba, por la fuerza del viento que venía del mar.

 

28 de noviembre de 2007

Y sigo, que ayer yo que sé, no di pa’ más. El tema, que el tiempo estaba preparando una buena. Al menos, pensé –y me dolió la cabeza por ello- a nadie le apetecería atentar o provocar disturbios con ese tiempo. Aunque bueno, a saber, porque no ponían nada en la tele. Bueno, a lo mejor ponerlo lo ponían, pero la parabólica debía estar bailando la polka en la azotea. Visto lo visto, decidí ir a ver que ponían en el mar. Me enfundé el chambergo (bueno, me puse el forro polar, pero es que me encanta la palabra chambergo) y me bajé a la calle, dejando al par de europeos costrosos esos en la habitación, no sin dedicarles un “Creía que en Alemania llovía más” y un “¿Tú te dices tropical, negro?”. Una vez en la calle miré al cielo desafiando a la naturaleza a que lanzase sobre mí todo lo que tuviera. Instantes después miraba al suelo, pues la naturaleza no había necesitado más que tirarme mucha mucha lluvia en la cara, no dejándome ni abrir los ojos. Ella ganaba, como siempre.

El resto del camino desde el hotel hasta la costa -100, quizá 150 metros- lo recorrí caminando de lado, de espaldas o encorvado, pues el viento me seguía enviando la lluvia directa al jeto. Me sentía un poco un Ulises de andar por casa. Desafías a la naturaleza y te hace una de “pa’ que vuelvas”. Pero bueno, mi Ítaca, la habitación del hotel, no la iba a dejar a más de 10 minutos, y no pensaba meter un pie en el agua. Poseidón, tu pierdes.

Llegué al mirador y me asomé a ver el espectáculo de las olas rompiendo contra las Pigeons Rock, la tempestad embistiendo contra la línea de costa….

Vamos, olas de metro y medio y basura agitándose un poco, dentro de una bahía no daba para mucho más. Un fiti bajo la tempestad que precede a la calma, así para dármelas de duro ante mis espectadores –una rata enorme y un barrendero que me miró de reojo con indiferencia- y corriendo al hotel, esta vez con el viento a favor a cambiarme de ropa que estaba empapado.

Estos seguían ahí tostándola, y yo me ví capacitado para tostarla como el que más. Así que de cháchara hasta las 3 que me llamó la piltra. Como os echo de menos colegas, lo dais todo, hablais español, que es un idioma mucho más fácil de seguir en las chácharas. Al menos para mí, quizá no tanto para un esloveno, pero a mí me resulta de lo más sencillo. Se maquean charlas muy tutis en español.

 

 

Amaneció. El Sol se fue levantando. Se levantó más. No nos importó, estábamos sopa. A eso de medio día nos pusimos en marcha para que no nos cobrasen otra noche de hotel, y con nuestro equipaje a cuestas nos fuimos a  seguir deambulando, por la “cornise” que en inglés significa el paseo marítimo.

A la lejanía divise la cabeza de un notas saliendo del agua, lo cual teniendo en cuenta mi miopía no deja de tener mérito. Una vez la lejanía se convirtió en cercanía –gracias al sofisticado método de andar en dirección a lo que se considere lejanía- comprobamos con asombro y regocijo que eran unos viejos bañándose.

Apenas tardé 5 segundos en ponerme a averiguar por donde se bajaba. Otros 5 tardé en averiguarlo, 10 en bajar, y otros 10 en quedarme en gallumbos. 5 más en salir corriendo para meterme en el agua. 3 para levantarme después de la hostia que me al resbalarme sobre una superficie cubierta de algas resbaladizas, 15 para escuchar las explicaciones del viejo que me indicaba por donde llegar al agua sin matarme, y voila, estaba nadando cual pececillo. El Ikem y el Llojans dijeron que pasaban, pero más que nada porque son unos sucios cobardes. Cuando vieron que no me pasaba nada y les convencí de que el agua estaba buena –y no les mentí ¿eh? Estaba de puta madre, templaíllo mediterráneo- se decidieron también. Llojans de hecho me hizo salirme para tomarle fotos bañándose para enseñarlas a su familia en Alemania -que supongo serán de los que no se bañan en ningún sitio en el que no les cobren por ello o no haya un cartel que diga “Aquí puede usted bañarse”- para asombrarles con su audacia.

Así gastamos una hora y media de nuestro día en el ocio marítimo, y con fuerzas renovadas decidimos dedicar el resto en nuestro amado y usual deambular. Unas fotos del anochecer, una de que nos echasen los militares por fotografiar su secretísimo faro con un gran cartel que decía “FARO” y su forma de faro. Y tiramos la casa por la ventana, un taxi a la estación de autobuses, a la apestosa de debajo del puente.

Surprise, no más bules to Damascos. Una de taxi, porque nuestro visado expiraba a media noche. Por 500 libras cada uno, aceptamos, no nos iban a sacar de pobres. Lo único malo esperar a que el taxista cazase a otros dos incautos para llenar su taxi, un Dodge Coronette hiperguapo por cierto, en aquel pútrido agujero que es la estación de Beirut. Cuando fui a mear a los baños de allí, me comporté como un hombre, pero ahora me dan ganas de vomitar cada vez que me acuerdo. Paso de describirlo.

El viaje muy guapo, como entre colegas, practicando nuestro árabe con Mahmud y Mamón (que cabrones sus viejos, vaya nombrecito), y otra vez en keli.

C’est tout, mes amis. La guerre á Beirut est trés proche a commencer, la semaine prochaine, peut etre, mais nous sommes tranquils en Damascus.

 

 

LA VIDA SIN VIAJAR TAMBIÉN DA QUE CONTAR

Aquí en Damasco ya empecé las clases de nuevo. En una clase más grande, vamos, con más basca, toda nueva menos el francés, el Elías y la lituana, y en el sótano, que es donde están los guays. Los de primero arriba que son todos unos pringaos. Tenemos un antro-cantina, un aula pequeña reconvertida donde dan nescafé, patatas fritas y galletas.

Y más cosas, pero acabo de caer en que me da pereza escribirlas, y a vosotros os va a dar pereza leerlas del tirón con lo de hoy.

 

Asín que finiquitando

FRASECILLA PARA PENSAR

“En la lucha con un adversario superior, la retirada no es ninguna vergüenza”

 I. Ching  

Lo dijo un chino, y como todo el mundo sabe, los chinos tienen siempre más razón que un santo.

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