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El blog del Santi

Night Club

25 de noviembre de 2007

Así pues, Ikemifune y yo cumplimos con lo dicho y fuimos a por fitis. De la cena pasamos, de momento. Tiramos a andar siguiendo la línea de la costa, hasta estar suficientemente a tomar por culo como para arrepentirnos. Beirut estaba casi desierto. Quizá fueran los tanques, quizá el campamento de Hizbulá, quizá todos los soldados y policías armados hasta los dientes, quizá que quedaban 2 días para las elecciones. O quizá que son así de costrosos, pero no había ni piter en la calle.
Tras descartar un montón de sitios en línea de playa como aptos para cenar, pues eran caros y nosotros pobres, decidimos alejarnos de la costa e internarnos en la ciudad.
Hábiles, perspicaces, y suertudos, fuimos a parar al barrio más caro y lujoso de Beirut, donde juntando lo que llevábamos los dos en los bolsillos quizá nos alcanzase para un aperitivo.
Condenados estábamos a seguir andando. Y así lo hicimos, durante un buen rato, hasta dar a parar a un barrio más popular. Llegamos a una plaza con más vida, más gente en la calle –llegué a contar 15 personas en un radio de 100 metros- y con algún comercio abierto. Habíamos encontrado el paraíso del que quiere cenar. Bueno, sólo el paraíso del que quisiera cenar plátanos, cebollas, granada o té, pues la oferta no era mucho más amplia.
En parte sumidos en la desesperación, en parte tan tranquilos pues en realidad podíamos seguir horas así antes de desfallecer y sabíamos en que dirección estaba el hotel y algún restaurante si no ideal si apropiado para cenar, nos dispusimos a hacer una pequeña pausa, disfrutando de té y fitis en un tenderete bar del partido cristiano, donde nos sirvieron dichos tés a precio de saldo, como quien dice. En la terraza del chiringuito no-playero había mayormente viejunos, jugando a las cartas. Al menos uno de ellos era un tramposo, y al menos otro era un sensible y un histérico, pues cada 2 o 3 minutos Ikem y yo teníamos que interrumpir nuestra conversación mientras uno llamaba a otro “puta”, “mentiroso” y muchas otras cosas que no supimos traducir. Sentado cerca de la mesa había un notas en chándal sentado en una silla de plástico al que parecían haber elegido juez contra su voluntad, y cuando le reclamaban para que resolviese alguna disputa se limitaba a mirarles con una mezcla de hastío, indiferencia y desprecio la mar de curiosa, mientras chascaba la lengua y levantaba el mentón, gesto que en oriente medio significa “no” o “no te he escuchado la primera vez que me has hablado y volveré a hacer lo mismo si me lo repites”.
Pese a resultarnos un espectáculo tremendamente entretenido, sobre todo comparado con el espectáculo que ofrecían “calles como las de cualquier ciudad del mundo pero desiertas”, tuvimos, muy a nuestro pesar, que seguir el llamado de nuestro estómago y/o el llamado de Llojans. En lo que tardamos en deambular hacia el hotel no encontrando ningún restaurante vimos que ya era una hora en la que incluso Llojans, adicto a los cibers como el que más, se habría cansado y preferiría ver más de una ciudad exótica en la que sólo iba a pasar dos días. Mas nos equivocamos, pues nuestra habitación seguía tan vacía como supusimos debía estar cuando se fue Llojans, que salió después que nosotros.

Un fiti descalzos, para relajar nuestros pies, y con energías renovadas, de nuevo a la calle. Nos propusimos encontrar a Llojans y a la cena en un mismo viaje -“no me llames iluso, por tener una ilusión”- y cual Stanley y Livingstone, pero sin ningún deseo de esclavizar negros (Ikemifune menos incluso que yo, cabe esperar) partimos a la aventura. Yo tenía una vaga idea de donde se hallaba la zona de los cibers. Y cuando digo vaga no es que fuera una idea a la que le dijeras “ve a bajar la basura” y te respondiese “vale, pero antes un fiti de tranquis”, sino una idea que te respondería “me duele el tobillo, ve tú”.
Con ayuda de la divina providencia (que ya no me va a ayudar más por escribir divina providencia sin empezar en mayúsculas) y de las indicaciones de los soldados llegamos a una calle en la que encontramos 4 cibers, pero ningún Llojans. Tristes –bueno, hambrientos- rogamos a Dios por la salud de Llojans, y nos fuimos a buscar la cena.
En esto que pasamos por delante de una puerta vigilada por una viejuna sin dientes que fumaba negro y pensé “que pinta de puti de baja estofa tiene esto”, y tres portales más adelante vemos un local del que sale música, unas escaleras llevan desde la entrada hasta el local asotanado y tiene un cartel de neón mitad encendido mitad no que reza “Night Club”. Aquí es donde se empieza a notar que Ikem es inglés y yo español, por lo que esa idea nos inspira .
-Ey, let’s go in
-Ni of the palinger (ni de palo en inglés, incultos)
-Why?
-Mirada de asombro y “OK, you will see”
En esto nos acercamos a la puerta y sale a recibirnos un señor con toda la pinta de ser un chulo de la clase de los no muy cantosos. No soy experto en chulos, pero regentaba un puti y no era muy cantoso.
Ikemifune trató de preguntarle que que música tenía, y que de donde era.
El notas le respondió que tenia de todo tipo, sudanesa, marroquí, china…
Ikem quedaba impresionado por la variedad de música étnica de aquel local aparentemente tan decadente. Yo intuí que el notas no hablaba de música y que eso era efectivamente un puti. Pero vamos, como científicos y aventureros, debíamos de cerciorarnos. Ikem picado por su amor a la música étnica y yo picado por Ikem que me empujaba diciendo “Let´s go, what happens?”.
Así pues irrumpí tropezando por las escaleras en un antro oscuro en el centro del cual había una mesa en la que estaba cenando un grupo de mujeres (más de 10 y menos de 25, no me dio tiempo a contarlas), que claramente eran putas.
Una cosa era entrar en un puti abierto al público hasta que Ikem abriese los ojos a la realidad, y la falta de ganas y dinero (ambas condiciones indispensables) le recordase la urgencia de la cena, y otra cosa era interrumpir su cena, que pidieran copas a nuestro nombre pues no había nadie más en el local y acabar tarifando con el chulo.
Así pues me di media vuelta y le dije a Ikem, el cual aún no había visto nada del asunto, que nos pirábamos.
Salimos a la calle y tiramos a andar hacia un lugar en el que nos había parecido ver chawarmas rato atrás.
-Why you didn’t staid there?
-They are all bitches .
-And?
-They are all bitches
-And what happen, you’re gay
-No, I’m poor
-Bitches….prostitutes?
-Yeah Ikem
-How do you know?
-I know (¿realmente son tan jóvenes de pirineos para arriba?)
-Ok, after dinner we can try. Maybe we can get something for free. Just enter there, spent some time and then say, “eh, we have not money, but it doesn`t matter eh, babies?”
Le dije que sí, que debuty pero que primero al chawarma que me rugían las tripas.

Dimos buena cuenta del chawarma, y nos acordamos de Llojans. Coño, ya era una buena hora, debía estar chinado en el hotel. Nos encaminamos aprisa, por calles que suponíamos atajos, en las que Ikem no perdió la cuenta de cuantos Night Clubs –a los que ahora miraba con otros ojos- había por el camino, por si encontraba alguno mejor para intentar su trapi del “we have not money”.


Abrimos la puerta de la habitación, hacía ya 4 horas y media que Llojans se había ido al ciber. Sin embargo la habitación seguía vacía. Y estaba empezando a llover.

¿SEGUIRÁ VIVO LLOJANS? ¿DORMIRÁ EN ALGÚN SITIO PROTEGIDO POR LA LLUVIA? ¿QUÉ SUCEDERA EN EL DÍA QUE TODAVÍA DEBEN PASAR NUESTROS INTREPIDOS PROTAGONISTAS EN BEIRUT?
Seguramente, mucho menos de lo que cabe esperar después de tanta pregunta en mayúscula.

CURIOSIDADES CULTURALES
Aquí ven el fútbol bebiendo té. Y tampoco les importa mucho. Lo sé porque hoy he visto el Atleti-Valladolid (4-3, y muy de potra), y la verdad es que ambiente no había mucho. Será que les gusta más el backgammon, o que en todo Damasco sólo hay un campo de fútbol para dos millones de habitantes. Así no hay quien haga afición.

FRASECILLA PARA PENSAR (ó FRASECILLA DEL DÍA)
“Después de escalar una montaña muy alta, descubrimos que hay muchas montañas por escalar”.
Nelson Mándela. Después de pensar esta frase se tuvo que tomar una aspirina.
Ahora una de verdad.
“Di la verdad aunque sea amarga. Di la verdad aún contra ti mismo.” Mahoma
Del libraco que le dictó San Gabriel algo se tenía que poder sacar. Se llama Corán. Hay toda una religión basada en ese libro, toma “best-seller” Stephen King.

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