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El blog del Santi

Lost in Beirut

Lost in Beirut

21 de noviembre de 2007

 

Volví anoche de Beirut, pero lo tenía muy reciente como para contar nada, estaba matado y pasaba mil.

Pero ahí voy que voy sobrao de texto. Si consigo ordenarlo.

 

BEIRUT, BEIRUT

Eran las 2 p.m. (puta madre) y el Johannes (a partir de ahora Llojans, para una mejor pronunciación en castellano) y yo estábamos ya subidos al bule, dando por perdido al Ikem, que tendría que montarse en el siguiente bule, el de las 15:30.

En media horita estábamos ya en la frontera. Una pequeña cola, un sobornillo de 100 libras por no tener no sé que puto papel que teníamos que tener, aunque si alguna vez me lo dieron yo no me acuerdo, y p’adelante. Otra pequeña cola, otro dar el coñazo un rato al milico libanés –con pinta más fiera, más seria y más de milico- cuando nos preguntó sobre donde nos íbamos a alojar –si viajáis a Líbano, id con el hotel mirado, o uno bien inventado, porque si no no safais- y nos dio el visado de 48 horas. Teníamos hasta la medianoche del martes para abandonar Líbano. Sobre el hotel cuya dirección dimos, “Al Mehanna” situado en la Rue Sheik el Ghaby 64, ya os hablaré luego.

 

Bajamos una montaña, llegamos a Chtaura, y hubo paradita. Para que los que tenían dinero libanés comiesen algo y nosotros la tostásemos. Subimos luego otra montaña –antes habíamos cruzado la cordillera del Antilíbano, ahora cruzábamos la del Líbano-, y por la carretera cruzamos un par de controles militares, “checkpoints” que obligaban a hacer eslalon para ir despacio, y por si se te ocurría hacer el tonto tenían tanques en la cuneta apuntando hacia la calzada. Según bajabas luego la montaña entrabas ya en el extrarradio de Beirut, del que apenas vimos más que luces y edificios, pues eran ya casi las 5 y se estaba haciendo de noche.

Dejónos el bule en la estación de al lado del puerto. Estación por llamar de algún modo a un parking putrefacto debajo de un puente, lleno de basura en el cual se podía respirar una aromática fragancia, mitad olor del mar, mitad olor a muy diversas basuras y mierdas.

Sin discusión alguna, decidimos salir rápidamente de allí dirección al centro. Un paseo más o menos agradable en cuanto encontramos una acera y dejó de oler a mierda.

 

A los 15 minutos (más o menos) vimos ante nosotros la gran mezquita de Beirut, y tras tomar Llojans unas fotos, fuimos a verla de cerca. Todo el perímetro, con un radio de unos 200 metros alrededor de la mezquita estaba rodeado con alambre de espino y bloques de cemento, y para atravesarlo había que pasar por entre dos vallas, vigiladas siempre por 4 soldados con su correspondiente M16, o los más suertudos con el rifle de asalto alemán, muy bueno pero muy caro, según me contó Llojans (que es francotirador del ejercito alemán y ha estado en Afganistán). Después de que nos revisasen la mochila entera, y ya más tranquilos al ver que sólo llevábamos ropa y un neceser, nos invitaron a seguir con una sonrisa.

La calle estaba completamente desierta. Era una gran avenida entre el parlamento, la mezquita y las calles que bajaban hacia la plaza de la Estrella –que es como la Puerta del Sol de Beirut, para hacerse una idea- y sólo nos cruzamos con un viejecillo que parecía judío, pero no creo que lo fuera. Mayormente porque estaba paseando al lado de la mezquita, y al lado de la mezquita, al otro lado de la calle había un montón de tiendas de campaña, como el campamento de Sintel pero más aburrido. Lo miramos, nos preguntamos que sería, y seguimos nuestro camino.

Decidimos dirigirnos hacia la plaza de la estrella, para lo cual tuvimos que soportar otro control militar y otro registro de nuestro equipaje. Caminábamos hacia la torre del reloj que ocupa el centro de la plaza, cuando me di cuenta de que las dos personas que caminaban junto a nosotros, dos hombres de unos 40 años elegantemente vestidos, y única prueba de que había vida en 200 metros, hablaban español.

Venciendo mi timidez me dirigí a ellos, para enterarme de que trabajaban allí en Beirut, que las huellas metálicas que había en el suelo, pese a parecer gracioso arte urbano, eran las del último paseo de Rafik Hariri antes de que volasen su coche y todo lo que había en un radio de 20 metros. Respecto al campamento que habíamos cruzado inocentemente, era el campamento de Hizbulá, instalado allí al lado del parlamento desde diciembre del año pasado.

Me quedé un poco transpuesto, no es que me tenga por persona muy impresionable, pero me sentía en medio de un ajo muy gordo del que sólo sabía hasta entonces poca cosa y además a través de las noticias, que nunca son de fiar.

Lo que vi a continuación no ayudó a tranquilizarme.

Otro control, otra revisión de equipaje, y entramos en la Place de l’etoile,ساحة النجمة , Plaza de la Estrella, corazón de Beirut. Una plaza moderna, rodeada de edificios lujosos, cafés lujosos, y tiendas caras, con una torre con un reloj, como un Big Ben en miniatura en el centro, como el centro de una ciudad europea, francesa. Pero no era esa la sensación que tenía uno.

Unos cuantos niños jugaban con sus bicicletas con ruedines, otros corrían detrás de una pelota de goma, vigilados por sus madres sentadas en las terrazas de los cafés de la plaza, que pese a todo estaban muy lejos de estar llenos.

Cuatro soldados vigilaban los “checkpoints” que daban acceso a la plaza, todos fuertemente armados, y otros cuatro igualmente armados rodeaban la torre del reloj.

No se estaba cómodo ni tranquilo allí, pero quería quedarme un rato allí, sentarme a fumarme un fiti, más que nada para convencerme a mí mismo de que estaba allí, que todo eso estaba pasando, que no son cosas que sólo se ven en las noticias.

 

Pero nos fuimos, y estuvimos andando como una hora más, hasta encontrar un ciber y cerciorarnos de la dirección del albergue.

Luego cogimos un taxi y estuvimos una hora dando vueltas, ya que la calle no le sonaba al taxista, pese a llevar 10 años como tal en Beirut. El albergue tampoco.

Cuando nos rendimos a la evidencia de que no existía o estaba muy lejos del centro de Beirut, nos bajamos del taxi y nos abordó un marinero loco, con barbas desaliñadas, una cruz tatuada en el antebrazo y mirada de loco. Hablaba algo de inglés, y nos dijo que nos fuésemos a dormir a la pensión en la que él se alojaba, que ya buscaríamos al Ikem –al que a todo esto no habíamos encontrado- al día siguiente.

Accedimos.

Subimos 4 pisos de un edificio viejo y medio en ruinas, tiempo que el marinero loco aprovechó para hablarme del Congo y de Kinshasa, pues él había nacido allí, o su mujer había nacido allí, y su mujer ahora estaba en Beirut, o no lo estaba –lo único que me quedó claro es que su cabeza había dejado de funcionar correctamente hace ya mucho tiempo, y su monólogo no era más que la perorata de un demente-. Tras esto llegamos a la susodicha pensión. Cinco notas tirados en gallumbos en unos sofás veían una peli, el jefe no estaba. Nuestro amigo “si Popeye hubiera conocido el kalimotxo” nos llevó a su habitación y nos indicó que allí había una cama libre. Debía estarlo desde 10 minutos antes, pues seguía caliente y las sábanas estaban revueltas encima. El resto de la habitación estaba ocupado por otras 8 camas, unas cuantas mesitas con cuencos de arroz vacíos y otros restos de la cena que había tenido lugar allí y un intenso olor a humanidad , pero bueno, me dije, en peores sitios he dormido. Al Llojans le tocaba en la habitación de al lado, pero no parecía tan convencido, pese a que el precio fuese sólo 5$ la noche.

De todos modos no hubo mucho tiempo a discutir, pues apareció el jefe. Un tío que iba en chándal-pijama y chancletas con calctines, con cara de gilipollas borracho –posiblemente porque estaba borracho y era gilipollas- y dijo que no nos quería en su pensión, que necesitaba nuestros pasaportes traducidos al árabe porque pasaba de leer los garabatos que había hecho Popeye en un folio sucio de grasa y agua, y que nos fuéramos.

 

Otra vez en la calle, cerca de la gran mezquita, en plena noche (las 9, pero hacía mucho rato que era de noche ya) y sin un lugar donde caernos muertos.

 

¿Conseguirán nuestros amigos encontrar a Ikemifune, tener donde caerse muertos, cenar y dormir en Beirut?

 

MAÑANA, PRÓXIMO EPISODIO DE “JODIDOS Y EN EL LÍBANO”

 

CURIOSIDADES CULTURALES (DE LÍBANO)

Tienen una constitución muy graciosa. Obligatoriamente el Presidente de la República tiene que ser cristiano, el Primer Ministro sunní y el Presidente del Senado chií. Creo que por eso la arman tanto los de hizbulá, que son chiíes. Porque normalmente ser presidente del senado, pues es una mierda, ni pinchas ni cortas nada, eres el último mono, pintas lo mismo en la política libanesa que el zapatero de mi barrio.

 

FRASECILLA PARA PENSAR

“-¿Qué es amarillo y pinta, Robin?

 -Un Plátanobolígrafo, Batman

 -Entonces no cabe duda, se trata del Pingüino”

 

Batman, el que iba de gris y con la barriga cayéndole por encima del cinturón, y Robin, el que medía 1’30 y llevaba el antifaz del zorro y unas mayas y una camiseta que le quedaban grandes. Si realmente os hace pensar, hacéoslo mirar.

2 comentarios

Ion -

Jajajajaja, me he partido la caja con lo de nuestro amigo "Si Popeye hubiese conocido el kalimotxo"

ruwen -

Puffff, siriotísimo. Vaya movida chaval, te iba decir que que pena haberse perdido Beirut, pero visto lo visto no se yo...
Aunque me da que acabará bien la cosa.