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El blog del Santi

Que chula Malula

Que chula Malula

15 de octubre de 2007

 

Me acabo de quedar loco. He bajado a por fitis aquí a los ultramarinos más cercanos. Entro a la tienda

-Marhaba (hola). Wajed Lucky (un lucky)

El notas me devuelve el saludo, se gira, coge un paquete de lucky y me lo da. Me mira un poco raro. Como no estira la mano dejo el billete de 50 y la moneda de 25 en el mostrador –el Lucky cuesta 60- y veo que él desliza su mano. Coge el billete y me dice

-¿De 50?

Y yo pienso, joder, sí se parece al de 200 por el color, pero si no lo diferencias tú que eres de aquí…

-Sí, y la moneda de 25 (todo esto en árabe claro)

Se la doy y veo que la palpa un poco, se gira, y me da una de 10 y una de 5 rápidamente. A estas alturas yo ya me había dado cuenta, también porque no me miraba a los ojos, sino como un poco más arriba. ¡El notas era ciego!

Llevo como 4 días yendo a comprar a su tienda y hasta hoy no me había pispado, siempre me parecía que me miraba, incluso me analizaba –sin paranoias ¿eh?, como un tendero analiza a un cliente no habitual- cuando iba allí, y que cuando sonreía al saludar era en plan directo. Los putos amos, los ciegos son los putos amos. Vamos, dejo yo ahora de ver y mismo sé donde tengo la nariz, y el notas ese coge el Lucky entre 15 marcas de tabaco a la primera.

 

¡¡Chavales!! Que me vuelvo este finde.

Bueno no, espero que no. Pero me van a tener que ayudar a quedarme los de la uni, porque sigue cerrado lo del SIDA, no sé que celebran por aquí, pero las cosas oficiales siguen chapadas. Supongo que en la universidad lo entenderán si mañana les llevo todos los papeles después del examen.

 

Bueno, dejando al margen esos temores, lo prometido es deuda

 

MALUULA (o Maloula, o مالولة)

La verdad es que no era obligatorio ir en nuestros planes, pero como ese día íbamos a ir a por el crack de los gitanos (Crac de los caballeros) y se nos pasó la mañana en que estos cerrasen el billete de vuelta. Vamos, que dejaron de ser horas de irse a tomar porque íbamos a llegar a las mil y no nos iba a dar tiempo, así que después de comer nos cogimos una fragonetilla por dos duros y nos fuimos a Malula, que está así más cerquita, a algo menos de una hora. Nada que contar del viaje de ida, esta vez no estuvimos a punto de matarnos en ningún momento.

 

El pueblo en sí está más bien alto, en la cordillera del Antilíbano (que no es que tengan nada contra el Líbano pero se llama así, como el antiplano boliviano –jajajaja-), y como al parecer han estado casi siempre al margen de todo siguen siendo católicos todos –sólo hay una mezquita a la que no va ni piter- y hablando arameo. Tienen allí enterrada a Santa Tecla en un convento que visto desde fuera parece un edificio pequeño de apartahoteles de los de la Manga, y por dentro no sé deciros porque estaba chapado. Detrás de dicho convento vimos una garganta, de estas que se forman cuando hay un paso entre dos paredes de piedra muy altas, no de las también llamadas gaznate. Ni cortos ni perezosos nos dispusimos a la aventura de atravesarlo, que al final ni aventura ni nada, estaba guapo, pero era tan fácil para nosotros como para los viejunos guiris que nos cruzamos justo cuando iba a ponerme a mear. Esperando salir a lo remoto y desconocido llegamos al final de la garganta, encontrándonos sorpresivamente con un chiringuito en toda regla con música árabe, pasamos por debajo de un puente lleno de trozos de papel higiénico mojados pegados al techo (¿quién se habría pasado horas tirándolos hacia arriba allí?) y dimos a parar en una urbanización a medio construir con una carreterilla que llevaba al convento de San Sergio y San Bajos. Que cabrones los padres de san Bajos, o los que tradujeron así su nombre al castellano. Éste parecía menos de Torrevieja por fuera así que nos decidimos a visitarlo, entrando en su capilla mientras la visitaban unos guiris, pudimos admirar su arquitectura y sus cuadros, como uno de la virgen con bigote sosteniendo en sus brazos al un niño Jesús ¡¡¡con la cara de Zapatero!!! En serio, clavaíto.

Después de ese impacto tuvimos que salir a echarnos unos fitis al mirador (bonitas las vistas, montañas putísimamente desérticas, y más allá putísimo desierto).

Nos bajamos al pueblo y como todavía era pronto, vimos claro lo que había que hacer.

¿Qué no tienen prohíbido los cristianos?

Privar.

¿Qué hay, pues, en un pueblo cristiano?

Priva a mansalva.

 

Un par de Amstel, así en plan patriota, y tres Pandas, cerveza jordana de 10 grados que joder. Así a lo tonto, bebiendo y ríendo, se nos fueron yendo todas las furgonetillas. Cuando apareció la última nos quería sablar 400 libras, cuando el precio son 25 por persona, pero es que al parecer ésa era del colectivo taxista. Dimos comienzo a la operación regateo. Bajó a 350. Nosotros reíamos y decíamos que no gracia, que ya cogeríamos el siguiente. Nos replicó que no había siguiente, que era nuestra última oportunidad de volver a Damasco hasta el día siguiente. Nos reímos y le dijimos que bueno, como no hacía frío nos tiraríamos a sobar por ahí. Al parecer en Siria no conocen eso de “Con niños, con borrachos y con putas, ni negocies ni discutas”. Tras un rato pasando de él el pive decidió que se quería pirar ya a Damasco y mejor que hacerlo de vacío, nos llevó por 25 cada uno, es decir, 100.

Un viaje más divertido, así nosotros solos, fumando fitis como si fuera nuestra la frago, al driver no le importó hasta que recogió a más gente. Todo transcurría bien camino a Damasco, hasta que la naturaleza nos hizo la suya.

¿Qué tiene la cerveza?

Que es diurética.

¿Qué es “diurético”?

Que te hace mearte a muerte.

Álvaro y yo no podíamos más, ibamos viendo como nos acercábamos a Damasco cada vez más despacio, parecía que nunca íbamos a llegar. Así que a la primera que paró a recoger a uno en la carretera frente a un concesionario Citroën con arbolitos en la entrada saltamos corriendo de la furgoneta sin mediar palabra y estuvimos meando un rato largo, tan largo que Álvaro se subió con el taxi casi en marcha, viendo como el taxista se debatía entre el asombro y la impaciencia. No daba crédito.

 

Menudos cocidos, debió pensar.

 

 

FRASECILLA PARA PENSAR

“Con borrachos, con niños, y con putas, ni negocies ni discutas”

Inmanuel Kant, en su libro “El día que me aburrí de aburrirme” (Kalininburgo, 1748) Ed. Kostringer & Latuesten

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