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El blog del Santi

Volumen 1.

Volumen 1.

El susodicho personaje tras haber escapado por muy poco de las garras de la muerte. (Ver más abajo) 

19 de octubre de 2007

 

Lo que estoy escribiendo desde aquí no se parece mucho a lo que hacía desde Tánger. Esto parece un simple cuaderno de viajes, un relato de aventurillas. Apenas os hablo de la gente de aquí y lo que da que pensar, que en el fondo no es poco. También es cierto que era más divertido hablar de borrachos, de putas, de vagos, de traficantes, de mafiosos, de policías corruptos… que hablar de gente majísima que trata de ayudarte sin sacar ningún provecho con cada uno de sus actos (excepción hecha de los taxistas, aquí y en Lima), igual que preferimos ver dos o tres horas de tacos y violencia de una peli de Tarantino que un solo capítulo de los teletubbis. Más me vale aprender árabe porque me estoy empezando a aburrir. Son demasiado buenos, nadie me la intenta liar, y mi labor de supervivencia no va más allá de hacer la compra y enterarme de cómo funciona su caótico sistema de transporte público. Creo que en realidad más que aprender árabe quería una ración de exóticos problemas a los que enfrentarme, algo que avivase un poco mi espíritu y mi cabeza, un tanto apalancados, y aquí no hay más que paz y tranquilidad –en cierto modo, dejando aparte el tráfico, las calles comerciales llenas de gente y su modo de vida frenéticamente calmoso-.

 

Para no aburriros más, aquí viene lo fuerte del menú de los viajes, la excursión a Petra, que para evitar que sea indigesta repartiré en dos sabrosos platos.

 

1º.- LA IDA

Ya en el primer taxi que cogimos a la estación de Somaría, de donde salen los transportes a Líbano y Jordania, nos empezamos a oler lo problemático que resultaría llegar, ya que el muy maricón en vez de dejarnos allí, recogió a un taxista especializado en el trayecto Damasco-Amman y nos llevo a su apartado coche a 600 metros de la estación y al otro lado de la autopista. Quería cobrarnos 2500 libras por el trayecto, jurándonos que era hasta Petra. Tras un pequeño regateo lo rebajamos a 2200, no hubo forma de sacar menos. El extraño notillas nos llevó hasta Daraa, ciudad fronteriza con Jordania, y ahí recogió el taxi su broder, con permiso de taxista para Jordania. En la que arreglábamos el visado, oliéndonos algo raro, le volvimos a preguntar al broder que si nos llevaba hasta petra, como nos había dicho su broder. Miró con asombro y dijo “Ni de puta coña, 1º; está a tomar por el culo, 2º; sólo tengo permiso para llevaros hasta la estación de Amman”. Nos la habían liado fina, así que dedicamos el resto del viaje ya por territorio jordano para planear, usando el español que el señor broder no comprendía para maquinar. Y así llegamos a la estación de Taxis y Bules de Amman norte, y llegó el momento de pagarle las 1000 libras que aún debíamos, pues las 1200 primeras se las habíamos pagado al primer taxista.

Llegó la hora de los mamporros. O casi, porque no llegó la sangre al río. Simplemente nos negamos a pagar. Y el otro evidentemente no lo aceptó, así que comenzó una agitada discusión en inglés, algo de árabe y muchos gestos, a la que se unieron casi todos los taxistas de la parada, para los que debía ser el acontecimiento más divertido al menos de la semana.

-Your brother said you will take us to Petra

-My brother doesn’t know how big Jordan is. He’s crazy. Jimar

-Ok, but he said. If you say you will do something, and then you won’t, you break the deal.

-It’s no my problem, my brother said, not me.

-Ok, ask your brother for the money.

-But…

Y así muchas veces, con mucho “la, la, la, la” ("NO" en árabe), y tras unos 20 minutos llegamos al acuerdo de que le dábamos 500 en lugar de 1000, más que nada por un tema de honor. El broder acabó reconociendo nuestra integridad y alabando nuestras personas, dándonos a entender que su hermano se iba a cagar cuando le pillase.

Otros 10 minutos para librarnos de un enjambre de taxistas aguilillas que querían llevarnos de allí a petra por 60 pavos, descubrir de donde salían los bules a Wadi Musa (la ciudad de verdad que hay al lado de Petra), un fiti de tranquis y a continuar el periplo. Pillamos un taxi urbano normal, para ir a la estación, sintiendo auténtico pánico viendo correr el taxímetro, hasta que al llegar descubrimos que contaba en milésimos de dólar jordano y no en céntimos, siendo 2’3 el precio y no 23. Llegamos justo a la estación sur para pillar un mini bus que salía en ese instante y que nos llevó por tres pavos a cada uno. Algo menos de lo que cuesta el pasaje del terror, pero dando más miedo. En Jordania las autopistas no tienen líneas que delimiten los carriles dentro de cada sentido, y a su vez cada sentido está separado del otro por una mediana, sin que existan salidas ni cambios de sentido decentes en cientos de kilómetros, por lo que si un camión decide cambiar de sentido lo hace atravesando la mediana por el punto que considere oportuno, tapando la mitad de la calzada pues evidentemente no cabe entero en la mediana. Cuando el punto considerado oportuno es el final de una cuesta abajo, al lado de una curva, tapando entero el carril izquierdo, en el derecho hay un autobús avanzando a poco más de 70 por hora y el conductor del minibús no ve en ello motivo para dejar de descender enloquecidamente a 140, entonces, sólo entonces, conoces lo que es el miedo. Cuando 15 segundos después estás sano y salvo tras haber pasado sin que sobrasen más de 10 cm. por entre el culo del camión y el lateral del autobús, en una maniobra llena de frenazos y volantazos, ya eres creyente. Y los que iban adelante ya eran suecos, pues habían perdido completamente la morenez, y el que iba sentado de espaldas a la marcha en un colchón entre el piloto y los copilotos, era un cadáver que se levantaba y volvía a su posición de sentado agarrándose el pecho para tratar de calmar su maltrecho corazón, tras haber caído de espaldas contra la palanca de cambios en uno de los frenazos.

A partir de ese momento tratamos de dormirnos no queriendo estar atentos si volvía a pasar nada parecido.

Y así, más dormidos que despiertos, menos, quizá, Rían, descendimos en las calles de Wadi Musa buscando nuestro albergue….

To be continued

 

FRASECILLA PARA PENSAR

“Anuncios publicitarios que prometen felicidad, de algún producto de moda que te hará cambiar […] Oh, oh, sí, sí, os engañan, os engañan así.”

Eskorbuto.

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